domingo, 25 de septiembre de 2011

Team Building



¡Nos han dicho que nos vamos de Team Building! Estoy que no me lo creo de la emoción porque realmente nunca salimos de nuestra pantalla Excel y entre pitos y flautas (más pitos que flautas, la verdad) se nos pasa la vida sin apenas dirigirnos la palabra entre los jefes y nosotros.

Yo he oído hablar de estas actividades muchas veces; llevo años viendo a mis jefes desaparecer durante una semana para verlos aparecer de nuevo, con ganas de poner en práctica lo que han aprendido - durante unos días parecen distintos, no sé, como poseídos. Menos mal que enseguida vuelven a ser los de siempre porque tener que lidiar con jefes bipolares sería muy duro. Vuelven renovados, contentos, con esas ganas de no separarse de los compañeros de aventuras tan típicas a la vuelta de un viaje divertido… me pregunto si no será este el origen de las reuniones: “¡no os preocupéis chicos, en cuanto volvamos al banco nos reunimos y ya está!”… Es muy posible…

Jo, ¡qué suerte hemos tenido! Estamos tan ilusionados…
¿Dónde nos llevarán?

Según he leído, para que un Team Building sea efectivo, se deben cumplir varios requisitos y uno de ellos es que la actividad se desarrolle fuera de la empresa, a ser posible en un marco natural. Creo que hay todo tipo de componendas, desde bajada por barrancos - ufff, no sé yo si veo a la gente de mi departamento haciendo rápel -,hasta saltos en paracaídas - me está dando la risa floja…-

Por lo visto el lema de los “teambuildeanos” es sentir, aprender y mejorar y qué duda cabe que jugar con tus compañeros de empresa a las guerrillas y a afinar la puntería a paintbalazos une que es una barbaridad y desde luego, sentir sientes seguro. Y ya no te cuento si hay que hacer una inmersión en el medioevo y puedes elegir entre ser un monje, un campesino, un abad, un sarraceno, un hereje o un inquisidor... y durante un fin de semana te puedes meter en la piel de una persona que vivió en aquella época, comer lo que ellos comían, dormir como dormían (bueno, digo yo que más o menos) preparar conjuros, acertar enigmas e incluso participar en torneos medievales. ¿Se podrá aprender a hacer pócimas venenosas? ¡Ojalá! ¿O quemar a alguien en la hoguera? ¡Sería fantástico! ¡Qué emocionante!

Hay paquetes como en los viajes organizados: "Basquet + Futbolin humano + campo de voleibol + Penalti puntería + Gladiadores + Carpa hinchable + 2 mangas locas + Sonido ambiental" que unen aún más y que enseñan temas muy variados ¡incluso historia de Roma! que para los de la ESO y los de la LOGSE es muy, muy útil.

Todos sabemos que un equipo de personas inteligentes no siempre garantiza que el resultado del grupo de trabajo sea eficiente, o que sepan trabajar en equipo, tengan habilidades sociales, sean buenos comunicadores o que tengan capacidad de liderazgo. Por eso las empresas destinan una parte de su presupuesto a programas de Team Building, porque en una semana te lo enseñan todo y es evidente que a la larga es un gasto muy, muy rentable.

Así es que nos vamos de excursión, como cuando éramos pequeños y montados en los autobuses cantábamos “ahora que vamos despacio vamos a contar mentiras tralará…por el mar corren las liebres por el monte las sardinas tralará…”


miércoles, 27 de julio de 2011

¡Qué mal rato!



Qué mal, qué mal, pero ¡qué mal lo pasé ayer! Pensé que me quedaba todo el fin de semana en el baño de mi trabajo… uffff, me salvó la luz del móvil; se apagaron las luces de repente y la oscuridad era tan absoluta que no encontraba ni el picaporte, ni el pestillo, ni nada de nada…menos mal que me desplazo a todas partes sin separarme de la Blackberry ¡benditos móviles!

Resulta que ahora trabajo en un edificio inteligente (así lo llaman…) y como es un edificio inteligente decide, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo (a este lo pongo en minúsculas que no tengo ganas de ascenderlo), tomar decisiones por mí. El cuarto de baño dictamina cuánto tiempo tienes que estar entre sus cuatro paredes pintadas de azul piscina (eso en el cuarto de baño de tíos, porque en el de tías están pintadas de rosa palo). Cuando el cuarto de baño inteligente no detecta movimiento y decide que YA, simplemente apaga las luces. ¡Zas! Y yo me pregunto… ¿qué tipo de movimiento habría que hacer cuando estás sentado en el cuarto de baño para que no se apaguen las luces? Mover los brazos en aspa lo he probado y no sirve… ¿En qué estaría pensando el ingeniero que lo diseñó? Cómo me gustaría haberlo conocido, porque original sí que debía ser…

No sé si por el color de las paredes o por lo tenue de la iluminación, al abrir la puerta sientes que te adentras en una discoteca en la que sólo faltaría la música y un gintonic. Creerías estar en Estudio 54 si no fuera porque te despiertan de la ensoñación unos retretes de diseño en acero inoxidable, colocados a miles de metros del suelo… glups… la primera vez que los vi me dio un ataque de pánico y pensé: ¡no llego ni saltando! Es horrible ser español en un edificio inteligente construido para nórdicos, y eso digan lo que digan, porque cuando tengo que sentarme me cuelgan los pies y pierdo toda mi dignidad. ¿Cómo pretenden que dirija un equipo cuando todo el mundo sabe, al verme salir del baño, que para sentarme en un retrete me he tenido que encaramar y trepar como si del Everest se tratara, para acabar con los pies colgando?

Y eso no es lo único malo, no… cuando quieres ir al baño (lamento lo escatológico de mi entrada de hoy pero tenía que contarlo) mantienes una espantosa lucha interior:

me meto en el cubículo o me quedo fuera, me meto en el cubículo o me quedo fuera…

Si te quedas fuera es peor, porque los urinarios están tan pegados que podrías escribir un tratado sobre formas, tamaños y maneras de tus jefes y compañeros así es que si eliges quedarte fuera sabes que tienes que hacer pis impasible el ademán (imposible el alemán, que decían los niños) y mirando a lontananza en aparente estado de ensoñación, o al techo, como si tuvieras una intensa vida interior.

A veces, en cambio, no tienes más remedio que encerrarte en una de esas cajitas azul piscina con los pies colgando y de resultas (como dicen en los pueblos), al tirar de la cadena, descubres que tu empresa utiliza un mecanismo instalado en las cisternas para un consumo inteligente de agua ¿Por qué todo se ha vuelto inteligente en los últimos tiempos? Recuerdo cuando solamente lo éramos las personas, y sólo algunas; ¡qué tiempos aquellos!

El consumo inteligente se traduce en que cuando tiras de la cadena sale un chorrito apenas perceptible, un pequeño manantial que carece de caudal. Para no entrar en detalles sólo diré que cada vez va menos gente al baño y todos, como cuando éramos pequeños en el cole, esperamos a llegar a casa. ¿Será esto gestión inteligente de la productividad en lugar de esa lucha por defender un bien escaso, que es lo que nos dice el letrero sobre el retrete?

El problema de la inteligencia no está solamente circunscrito al territorio de los cuartos de baño, ¡no! Este edificio también es inteligente para manejar las puertas; cuesta muchísimo entrar y, una vez dentro, tampoco te deja salir. Te debates entre el terror de “no voy a llegar a mi hora” o de “no sé si volveré a casa esta noche”. Todo el mundo lleva alrededor del cuello un cordoncillo del que cuelga una tarjeta con tu nombre y tu foto, así es que en los ascensores todos nos miramos, en lugar de a los ojos, a la altura del esternón; tengo que reconocer que a veces resulta bastante práctico…Pero me voy del tema: sin la tarjeta no entras en el garaje y si ya has entrado no vuelves a salir. Sin la tarjeta no puedes entrar en el edificio, ni en la zona donde está tu puesto de trabajo, no puedes salir para ir al cuarto de baño porque no podrías volver, no puedes asistir a una reunión en otra planta porque cada puerta necesita un código especial.

Para rizar el rizo, la puerta giratoria de la entrada ha sido programada para hacerte recordar la infancia. Aparentemente es una puerta giratoria como otra cualquiera, con paneles de cristal corrientes y molientes (un poco estrechos, eso sí), que empieza a girar a bastante velocidad cuando ya estás casi dentro. Te pegas tal susto que tienes que pararte y (aquí viene lo de los recuerdos de infancia) buscar, acompañando el ritmo giratorio con movimientos de cabeza, el momento de colarte dentro como hacían aquellas niñas que saltaban a la comba en larguísimas filas y tenían que entrar y salir sin engancharse a la cuerda que giraba. ¡Qué bonitos recuerdos…! ¿Lo habrán hecho por eso? ¿Tendrá en mente el edificio, ya que es tan inteligente, “la magdalena de Proust” en una búsqueda del tiempo perdido?

¿Terminará siendo el edificio tan inteligente que el día que me vaya será él quien me despida, abriendo las puertas a mi paso y regalándome un reloj?


Blas de Lezo







sábado, 25 de junio de 2011

¡Qué miedo!



Tengo miedo. Llevo una temporada pensando que hay algo raro en mi jefe. Al principio pensé que no había que darle importancia a los síntomas pero, según va pasando el tiempo, he empezado a atar cabos:

¡Creo que mi jefe es un vampiro!

En serio, no lo digo en broma, ¡creo que es un vampiro! No sé mucho de vampiros, la verdad; lo que sé se lo debo a Christopher Lee y a sus películas que tanto miedo me daban durante mi infancia, pero es que tiene unos síntomas... ufff... yo cada vez lo voy viendo más y más claro. Y es que siempre está metido en su despacho a oscuras...no enciende nunca la luz ¡JAMÁS! ¿eso no es raro? yo desde luego lo veo rarísimo...

Así es que después de observar y estudiar detenidamente sus hábitos, he llegado a la conclusión de que o es vampiro o es manchego (por eso de la obsesión por el ahorro). Así es que me debato entre el terror y la preocupación porque ninguno de los dos casos es bueno para nosotros. Y ya, lo peor que nos podría pasar, es que fuera un vampiro manchego...¡Eso sería una catástrofe!

Ya sé que sólo con la obsesión de apagar la luz no se deben sacar tantas conclusiones pero es que lo de la luz es uno de los síntomas principales en ambas alternativas y lo sé bien porque he crecido oyendo el latiguillo “¡hijos mios,apagad la luces, que se gasta!” en casa de mis abuelos. En cuanto a la obsesión de los vampiros por la oscuridad ¡es incuestionable!

Cuando llego por las mañanas, él ya está ahí sentado a oscuras y en silencio y cuando me voy por las tardes él sigue ahí metido, como si viviera en una cripta. No sale casi nunca, no se le conocen amigos y tiene un mal color...

Empecé a sospechar porque me sentía débil y confuso y gracias a Google he sacado mis propias conclusiones, y todo me va cuadrando. Los vampiros viven de las sangre de los mortales pero necesitan controlar sus impulsos porque si te chupan demasiada te conviertes en otro vampiro (lo que no es el caso porque entonces yo ya sería jefe); si te chupan la sangre de manera controlada consiguen tu fuerza y te hacen perder la memoria, con lo cual les sirves durante el tiempo que ellos quieran. Por eso me siento débil y algo confuso en los últimos tiempos, supongo.

He puesto un espejo en mi mesa para ver si se refleja pero ¡no hay manera de verle porque nunca se me acerca para nada! Así es que me paso todo el día moviendo el espejito de aquí para allá sin concentrarme y sin lograr nada. Paso horas y horas delante del ordenador, como si alguien controlara mi mente, y sin capacidad de decisión para levantarme e irme y - aquí viene lo de la sangre manchega, nuevamente - todo sin que me suban el sueldo desde hace años.

Estoy entrando en un estado de desesperación tal que para salir de dudas terminaré yendo con una ristra de ajos al rededor del cuello, y acabaré asomándome a su despacho con un crucifijo levantado delante de mí...

y ¡que sea lo que Dios quiera!

Blas de Lezo

sábado, 7 de mayo de 2011

Downton Abbey... más o menos


Hoy nos hemos enterado del notición y ¡menudo notición! ¡Han ascendido a mi jefe!. Pero no es un ascenso cualquiera, es  ¡EL ASCENSO!  Y es que “muchos son los llamados y pocos los elegidos,” que decía el bueno de San Mateo … la verdad es que tampoco me quedó muy claro en esa parábola el significado de la frase; ya se sabe que las parábolas no están pensadas para mentes mediocres...¡cuánto me falta por aprender!  Y es que ya lo decía mi padre: no me va a dar tiempo a estudiar griego antes de que me muera...


Ahora, mi jefe ya no es mi jefe, porque como es muchísimo más importante se lo han llevado a otra área que lo merezca; resulta que tanto el trabajo que hacía, como dirigirnos a nosotros eran dos actividades que no tenían la suficiente categoría. Al principio me ha costado entenderlo; yo pensaba que si tienes un jefe que merece un súper ascenso es porque la gestión que ha realizado él y la labor de su gente, lo han hecho merecedor de esos galones. Se nota que no tengo ni idea de cómo se dirige una empresa  ni de cómo se gestionan “los recursos” ni “la tropa”, que es así como nos llaman ahora en lugar de “humanos” o “personas”. Por otro lado, son calificativos que me recuerdan al de “almas” de la estepa rusa de los zares, y que tanto suenan a Doctor Zhivago...¡tan romántico...!

Por lo visto el departamento que deja (el nuestro) y el equipo que ha trabajado para él (nosotros) no son los artífices de su salto a la fama. ¡No! Es simplemente por ser como es él, por “lo que viene siendo él mismo”, que se dice ahora para hacer las frases más largas y que suenen más cultas. Mi jefe, bueno, mi ex jefe, ha nacido para alcanzar la gloria independientemente del trabajo que haga o de cómo gestione “sus recursos”. ¡Y es que vale una barbaridad!

No lo veíamos mucho por su despacho porque tenía muchísimas cosas que resolver fuera del departamento o incluso fuera del edificio. Tenía muchas reuniones, mucha gente que visitar, comidas larguísimas y otros trabajos a los que dedicar su tiempo... y es que vale tanto que no sólo puede con uno. A mí me encantaría valer tanto como él, la verdad, pero es que no doy a basto; entro a las 8.30 y cuando salgo a las 7.30 de la tarde no me ha dado tiempo ni de sacar la cabeza del ordenador. En fin, somos tan diferentes los seres humanos...

Nos convocaron a todo el departamento para darnos la noticia. Entramos todos con el ombligo un poco encogido sin saber lo que nos iban a decir, con esa sensación que nace en el colegio de “si me reunen, malo, algo habré hecho...”

Vino incluso el jefe de mi jefe a darnos la buena nueva:

-"Tengo una noticia buenísima que daros;" dijo, "he querido venir para decíroslo en persona porque no quería perderme vuestra alegría".

¡Qué momento, Dios mío! Lo tengo grabado en la retina: su cara alegre y picarona, nuestros cuerpos echados para delante receptivos, los ojos brillantes de muchos de nosotros esperando: unos el ascenso, otros un reparto de tareas más equitativo, aquí un bonus digno, allí un aumento de sueldo... Por eso, cuando llegó la noticia, no reaccionamos inmediatamente... nuestras mentes estaban mucho más centradas en aspectos nimios y banales. Más egoistas, vamos.

-"¡Hemos ascendido a “fulanito”!" nos dijo el jefe de mi jefe con cara de triunfo.





Tengo que admitir que hubo un momento de incredulidad ¡pero fue sólo un momento! porque enseguida me di cuenta de lo maravilloso que es que el que ha sido tu jefe durante varios años, vaya a ser cubierto por una capa de armiño y de terciopelo granate, y se le conceda la prerrogativa de permanecer cubierto ante el rey, como los caballeros castellanos del siglo XVI.

En ese momento me identifiqué totalmente con Mr. Carson, el mayordomo de Downton Abbey y con su alegría ante el embarazo de la condesa de Grantham... y es que no existe felicidad mayor que la fortuna de los tuyos...

sábado, 9 de abril de 2011

No sin mi flexo


Ayer me quedé en la oficina hasta las 23.00h para terminar una presentación que tenía que hacer esta mañana. Me la han cancelado... ¡y no es coña!

Pero no me importa nada porque trabajar por la noche tiene enormes ventajas, y todos hacemos lo imposible por quedarnos muy, muy a menudo. De hecho, según pasan las horas es fácil detectar quién se va a quedar con sólo preguntarle "¿cómo vas?”... la emoción le impide incluso contestarte...Y es que realmente tiene muchas más ventajas que estar en la ofi sólo durante el día.

 
Os cuento algunos ejemplos. Si a vosotros se os ocurren más, ya me diréis:

- La fotocopiadora es para ti sólo y no tienes que buscar tu documento entre gráficos, mapas, recetas, contratos de Línea Directa o Declaraciones de Renta ajenas.

- Puedes sacar a relucir tu voz más seductora a lo Sean Connery en lugar de ese susurro habitual que tienes que usar cuando llamas a tu mujer para que no te oigan tus compañeros. De hecho, es una de las razones por las que ella (tu mujer, quiero decir) está absolutamente encantada de que te quedes trabajando hasta tan tarde. Cuando se despide por la mañana notas que le brillan los ojos al preguntarte:

"¿a que hoy te vas a quedar...?"

Y es que es evidente que mis jefes defienden la conciliación familiar con una pasión que yo agradezco. Seguro que han leído que la mayoría de los divorcios tienen lugar a la vuelta de las vacaciones y han decidido frenar la desintegración familiar con medidas eficientes de alejamiento. ¡Y realmente funciona! El otro día me crucé por el pasillo con mi mujer y se me escapó un “¿vienes por aquí amenudo? ¿te invito a un café?”...

- El chorrito de agua del surtidor de la sala de relax se queda tan frío, que cuando bebes se te salta el esmalte de los dientes. Además, dicen que beber agua muy fría es un quemagrasas muy eficaz.

- Puedes hacer ejercicio con retos tipo “¡a ver quién llega primero a la cuarta!” mientras corres escaleras arriba. Lo leí el otro día en declaraciones de Petra Sanz, que por el nombre no lo parece pero que es importantísima y coordinadora del Programa Empresas Saludables y miembro de la Fundación Española del Corazón, y recomienda que la propia empresa promueva el ejercicio físico "para las personas que se empeñan en trabajar 11 horas". Dice que la empresa debe animar a utilizar las escaleras y no el ascensor a sus trabajadores (no detalla cuáles serian los sistemas de “animación” a utilizar, pero bueno...), o promover torneos deportivos que, según los especialistas, "evitan enfermedades y mejoran la productividad ”. Lo que tampoco dice es en qué momento habría que organizarlos, aunque yo supongo que el día ideal sería los domingos de 9 a 12, aprovechando que ahora que la gente va menos a misa tiene esas mañanas ociosas...

Además de que:

 
- No hay tráfico cuando vuelves a casa


- Es la excusa perfecta para no ir al gimnasio


- Tienes una buena coartada en caso de un crimen


- Puedes salir del párking cruzando por encima de las plazas de todos los que te caen mal…


- Has probado todos los sandwiches de la máquina...

 
En fin, ¡todo son ventajas!; hasta hay un grupo en Facebook que se llama “¡Cómo me gusta salir tarde del trabajo!”. Por eso, cada vez hay más gente trabajando por la noche.

A pesar de que trabajar hasta tarde está tan demandado, apagan las luces y la calefacción. Lo de la calefacción no es un problema porque el otro día viendo un reportaje sobre el Bronx se me ocurrió que, cuando haga mucho frío, puedo encender una agradable hoguera dentro de una papelera. Además, ¡es tan neoyorquino...! (Eso sí, hay que tener cuidado con que la papelera no sea de plástico porque la puedes liar parda).

Lo de la luz es peor, porque verificar si los colores del pantone corporativo autorizado han salido bien en la impresora, utilizando la Blackberry como linterna, es incomodííísimo y se presta a desagradables sorpresas a la hora de encontrarte de bruces con tu obra a la luz del día siguiente. Por eso hoy no he comido y he aprovechado para ir a IKEA a comprarme un flexo. Bueno, y ya que estaba allí, también me he comprado una manta bastante suave y que creo que está dentro de la gama de los colores corporativos.

La manta no es para el invierno -que yo creo que con el fueguecillo en la papelera no la voy a necesitar - es para el frío que hace en verano por el aire acondicionado. El año pasado, tenía que mover los dedos de vez en cuando para que no me salieran sabañones; te sentías protagonista de una de esas películas donde el que sabe, el listo, le dice a la caterva de inútiles que van con él atravesando El Himalaya (principalmente mujeres rubias que están buenísimas y que siempre se tuercen el tobillo en el peor momento): "¡moveos, no os senteís, no os quedéis quietos... si no moriréis!" Vamos, que le debo al mundo del cine no tener las manos deformadas...

Pero es que tenemos que luchar todos juntos para lograr nuestros objetivos de crecimiento y para conseguir una “mayor notoriedad global” como si de un equipo deportivo se tratara. Por eso el grito de guerra corporativo que nos comunicaron el otro día a través de la intranet:

¡Oe, oe, oe. Vamos, vamos…Chiquitibum alabim bom ba!

...aunque me cuesta imaginarme al Consejo de Administración lanzando este grito sin un coro de animadoras con pompones de colores corporativos.

Blas de Lezo

domingo, 3 de abril de 2011

Lo negativo de ser positivo



Dicen en los pueblos que “cuando un tonto coge una linde se acaba la linde y sigue el tonto”. Esto es exactamente lo que le está pasando a mi jefe. Bueno... no sólo a mi jefe sino a todo el management ; y es que ahora hay que decirlo en inglés. Si no lo dices en inglés, no suena importante; y es que ¡que te llamen “director“ suena fatal! no hace nada, pero que nada de ilusión ser director de algo. En cambio, “manager”... Joooo, ¡qué maravilla llegar a casa y decirle a tu mujer: “esta noche te invito a cenar que me han hecho “Managing Director del bibibibiei”!

Bueno, que me desvío del tema: Al “management” le ha dado por hablar de que hay que ser positivos, y es que desde los años 80 el management ya no se centra en la empresa racional, en hojas de cálculo, árboles de decisión, análisis concienzudos de toma de decisiones... No, eso ya no se hace; ahora la palabra que usan es “liderazgo”. Ahora el CEO y los altos ejecutivos no están ahí para analizar y planear sino para inspirar... Se han convertido en predicadores “motivacionales”. Tienen una labor de animador de feria -¡pobres... años y años estudiando ingenierías, másters caríííísimos... para terminar siendo directores de circo de los de: “señoras y señores, ahora van a ver la gran maravilla: caballos perfectamente amaestrados capaces de llevar sobre su lomo a bellísimas señoritas haciendo el pino …”- (todavía lo recuerdo bien de mi infancia, aquellos caballos idiotas dando vueltas al rededor de la pista con un plumero de colores en la cabeza … nunca me gustaron...), y convencernos a todos nosotros de que trabajemos más duro a cambio de menos sueldo y ninguna certeza. Son vendedores de optimismo fabricado. Recuerdo cuando mis jefes valoraban mi manera de trabajar, mi productividad, mi esfuerzo o eficiencia y todos éramos diferentes. Había gente divertida y gente aburrida, creativa o tenaz, culta o inculta, imaginativa u hormiguita, adusta o alegre y todos teníamos cabida en la viña del señor. Ahora, todos tenemos que ser optimistas y positivos. O sea, que los jefes se han vuelto además psicoanalistas y, sin que tú quieras tumbarte en el diván, se permiten la ordinariez de comentar tu personalidad, ese bien tan preciado con el que tú has nacido y del que te sientes orgulloso porque dicen que se parece a la de tu abuelo paterno...

Y es que los jefes además no leen, porque si leyeran habrían podido superar la influencia nefasta que tuvo aquel patético bestseller de “Quien me quitó mi queso”, una escuela de pensamiento que ha creado una población conformista y positiva que tiene que aceptar que si algo va mal en su vida es por su propia culpa, porque no ha querido tener una actitud lo suficientemente positiva para superar la adversidad... En cambio, se acordarían de aquel "Un mundo feliz” de Huxley que describe una cárcel sin muros en la cual los prisioneros no soñaban con soñar ni eran críticos con sus vacías vidas, gracias todo ello al sistema de consumo y al entretenimiento; un mundo condicionado genéticamente para que todos fuesen felices y donde los descontentos con el sistema (los menos) fueran apartados de la sociedad ideal y confinados en colonias especiales donde se rodearían de otras personas con similares "desviaciones", alcanzando también la felicidad.

Pues eso, lo dicho: “When a silly takes a linde the lindes finishes and the the silly continues...”

Blas de Lezo

domingo, 27 de marzo de 2011

El feudalismo de la Edad Media no ha muerto

¿por qué será que no me extraña?

Ya entiendo por qué me siento siervo de la gleba...


Pincha para ver el vínculo: Acabar con los feudos de directivos de grandes empresas






Blas de Lezo


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Tarjeta Restaurante




Ayer comí con mi jefe.


A ver, entendedme, no vayáis a pensar que mi jefe me envió una invitación formal para comer, ¡no! sólo dijo “me apunto” y se apuntó. Así, natural, llano, espontáneo; mirándome a los ojos; de igual a igual. Lo digo porque normalmente los jefes se cruzan contigo por los pasillos y no te ven. Llevan esa mirada fija en un punto que siempre está un poco por encima de tu hombro... a veces, sólo a veces, te miran ¡e incluso te sonríen! En esos momentos piensas: ¡guauuuu! así es como le ven en casa... En fin, que entiendes muy bien la sensación de Harry Potter en las escenas en la que se envuelve en su túnica de invisibilidad para atravesar los corredores de Hogwarts. ...Vamos, como decía aquel poema: que soy incorpóreo, soy intangible, vano fantasma...

Así es que he llegado a la conclusión de que los jefes te miran pero no te ven. Aunque a veces, después de uno de esos cursos a los que van para conseguir habilidades para motivar, salen con ganas de practicar y entonces “se apuntan a comer” y... ¡te joden la comida!


Porque ir a comer con un jefe es durííísimo!!!! Ya lo decía mi abuela cuando hablaba de las muchachas (que así se llamaban antes de llamarse servicio doméstico o cuidadoras) :


- “Hijos", decía, "no os engañéis; ¡Nos odian! No puedes querer a quien sirves así es que no os empeñéis en que os quieran; lo importante es que os respeten”... eso decía mi abuela... y realmente es una pena que no viniera nunca a dar una conferencia al banco.


Nosotros somos “las muchachas” de un numerosísimo grupo de: jefes de área, executive directors, managing directors, jefes funcionales, jefes de producto, directores corporativos, jefes territoriales, jefes de zona … que de vez en cuando se aburren de mirar a lontananza y se apuntan a comer.


Bueno, el caso es que llega la hora y aparece con cara de:
- “¿en qué coche vamos?” y tú piensas,
- “¡ay Dios, hace mil años que no lo lavo y además se me ha agotado el botecito ambientador al limón y huele a tabaco...!
Pero no hay problema, era una pregunta retórica. Y es que los jefes, como norma, tienen querencia a sus X5s, y yo me amoldo a todo.


El “¿dónde vamos?” se convierte en la pregunta más temida. Y es que quitando al “espontáneo”, somos un grupo compacto que siempre come en el mismo sitio. Típico sitio de menú casero; de los de “los jueves paella”. Nos observamos de reojo, detecto miradas asesinas (a nadie le gusta que me lleve al jefe), levantamiento de cejas, fruncimientos de nariz... ¡Jo, ya me hubiera gustado a mí verlos a ellos diciéndole “al espontáneo”: contigo no, bicho... ! Terminamos en un asiático. A los jefes les da por comer en asiáticos cuando comen “con su gente”. Y aquí empieza el via crurcis.


¿De qué se puede hablar durante una hora y media con un jefe si los temas preferidos no son, digamos, muy “oportunos”? Es un poco como en el cuento de la Ratita Presumida. ¡Nooo, que me comería!!!


Así es que si consideramos que no se puede hablar de:


- otros jefes


- otros compañeros


- otros bonus


- otras condiciones de trabajo en lugares paradisiacos...


¿qué te queda?


Uno siempre termina hablando de viajes, de los de tu jefe fundamentalmente, porque a ti con mandar a los niños a los campamentos en verano ya no te sobra para más excursiones.... ayyy... qué vida esta...


Así, entre cruceros por el Mar Negro y turismo de Spa especializado en viajes de relax y salud, donde, por eso del “Mens sana in corpore sano”, tu jefe y su mujer se realizan mediante la práctica de actividades alternativas como el yoga, el tai chi y diversos tipos de masajes, transcurre la hora y cuarto de comida.


Con el “nos trae la cuenta” llega quizás el acontecimiento más... no sé... más sorprendente de todo el almuerzo.


Todos sacamos nuestras tarjetas restaurante y empieza el guirigay. A la pobre china que nos atiende en su pequeño español cuajado de “eles”, se le van agrandando los ojos del susto:


- de la tarjeta cóbreme 9:50 y el resto se lo doy en monedas


- ¿alguien me presta 2 euros que sólo tengo un billete de 50?


- Yo te lo pago todo y luego me lo das que está roto el cajero y me he quedado pelado.
Cobre 9.50 de esta tarjeta, y con la otra un menú completo y los dos euros que faltan del mio.


(la china se va a echar a llorar, pobre...)


El jefe, simplemente pone su tarjeta encima de la mesa como si fuera un full de Reyes-Ases.
¡impresionate!
¡qué clase!
Sin despegar los labios y sin hablar de dinero que es tan ordinario.
Todos miramos la tarjeta que es igual que la nuestra por fuera, la tarjeta restaurante BBVA, mientras él sonrie a la china, tranquilizador:


- Cobre 12 euros, el precio del menú.


De ahí su mixto de Sushi y Sashimi ...mientras que el mío sólo un pollo con verduras y anacardos.


El banco no puede permitir que sus directivos coman cualquier cosa y se intoxiquen; ¡son tan necesarios para crear valor al accionista!

¡Y es que todavía hay clases!

Blas de Lezo

domingo, 27 de febrero de 2011

Cuanto te quiero perrito pero pan poquito



Salgo trastabillando del evento despacho+jefe+mesa redonda en estado catatónico, ese estado que tan bien reflejaba la película “Alguien voló sobre el nido del cuco” y que nunca pensé que fuera a experimentar yo durante mi vida laboral. Y es que empiezo a oír voces también....¡y eso sí que debe ser malo! ¿no era eso la esquizofrenia?

“O sea,” me habla la voz dentro de la cabeza mientras me arrastro por el pasillo hacia mi puesto
“están muy, pero que muy contentos con tu trabajo y con tu actitud durante este año”.
“Eso dicen”, le contesto yo a la voz que me acompaña,
“pero he llegado a la conclusión de que lo que realmente les importa es la actitud porque el trabajo ha sido exactamente el mismo que el del año precedente (¡lo sabré yo que lo hice!), y que mereció entonces una evaluación de 109 y una calificación del Normal, frente al Destacado de ahora.”
“Ya, pero ¡fíjate lo contento que estaba que te ha asegurado que si sigues así, el año que viene mejorará la evaluación!”
“Vamos a ver”, me enfado con la voz,
“mi evaluación ha mejorado dos puntos, he pasado de ser una persona normal y corriente, de las del montón, a ser increíble. ¡Vamos, que si esto llega a ser Operacion Triunfo, Risto Mejide me pide en matrimonio!”,

pero lo curioso es que el año pasado me dijeron exactamente lo mismo...

Amordazo a la voz de mi cabeza y decido pensar sin ayuda de nadie.

En este banco se han vuelto locos; diseñan evaluaciones que van de 0 a 200, pero llevo años explorando el mercado entre compañeros y departamento distintos y he descubierto que:

a. si sacas menos de 100 mereces la muerte

b. si sacas entre 100 y 110 “están todos contentíííísimos contigo y con tu actitud”

c. si sacas entre 110 y 130 “siguen todos contentíííísimos contigo y con tu actitud”

d. si sacas más de 130.... no sé qué pasa porque no conozco a nadie que lo haya logrado y haya podido contarlo.

Bueno, pues yo pertenezco al grupo de los “b” y provoco la felicidad de mis jefes; vamos, ¡que me miran y se arroban y eso motiva un huevo! (perdón, no se me ocurre mejor medida de motivación que esa).

De hecho, es la máxima motivación que puedes alcanzar. Ya me lo dijo mi jefe cuando me entregó el Bonus y a mí se me descolgó la mandíbula como a las marionetas de los ventrílocuos, del shock:

“la verdadera motivación es intrínseca, no debe estar afectada por circunstancias externas”.

¡Me emocioné! Qué maravilla de frase... no me cabe ninguna duda de que mi jefe sería muchísimo más feliz sin bonus (y es que a él también se le descuelga la mandíbula cuando se lo dan; pero no sé por qué él no se parece a una marioneta de ventrílocuo...), sin despacho, sin iPad, sin coche, sin gasolina, sin tarjeta corporativa, sin viajes en business con acumulación de puntos Iberia y haciendo turnos de vacaciones... todo eso lo acepta como sacrificio por fidelidad al banco, y esas frases las ha tenido que aprender con mucho esfuerzo asistiendo a cursos para el “fortalecimiento de las relaciones interpersonales mediante el liderazgo y la motivación”, que así las llaman.

Y es que sólo con provocar la felicidad de tus superiores alcanzas el estado de Buda. El Nirvana.

Amén.
 
Blas de Lezo

domingo, 20 de febrero de 2011

Motivación



Blas de Lezo


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La evaluación




Imagináos la escena.


Viene tu jefe y te dice que tiene que hablar contigo. Ponéos en situación: un jefe que tiene 1000 años menos que tú, y al que al pobre (¡a mi me dan pena!) le viene grandísimo el bastón de mando pero que de lo suyo sabe el que más... se supone, o eso te dijeron cuando llegó implado de orgullo a dirigir a un equipo que le doblaba en todo: en edad, conocimientos, experiencia, sabiduría... Sobre todo sabiduría. Es lo que pasa cuando te haces mayor, que experiencia y sabiduría tienes más;
¡eso no hay quien te lo discuta!

Bueno, el caso es que te mete en su despacho o en uno que encuentra. ¡Qué tensión la pobre criatura! Además de ser el portavoz de los sentimientos del banco hacia ti, ¡tiene que mendigar un despacho!

Y es que no todos los jefes tienen despacho, y no todos los despachos tienen el mismo tipo de jefes. Hay jefes de madera oscura y los hay de madera clara; hay jefes de mesa de reunión redonda y los hay incluso de sin mesa. También hay jefes de despacho con vistas/luminoso o de despacho sombrío (dentro de un orden, claro), porque no todos han hecho suficientes méritos como para haberse ganado el mismo número de ventanales a la calle. ¡Todavía hay clases!

Volvamos al momento:

Todos
los años ocurre lo mismo, en las mismas fechas, en el mismo marco, con la misma mesa de madera oscura o madera clara, en un despacho con vistas y luminoso o más sombrío. Todos los años igual... aunque la introducción es la misma:
"¿Tienes-un-momento-para-que-hablemos-de-la evaluación"? (Creo que esa frase debieran institucionalizarla. En serio, debería adquirir los colores corporativos). Tu jefe la dice con la misma solemnidad que debió utilizar Stalin con Hitler cuando le dijo ¿tienes un momento para que hablemos del reparto de Polonia? Y es que el momento para tu jefe es muy, pero que muy solemne: tiene 30 años y le está diciendo a alguien que le dobla la edad (bueno, tampoco hay que exagerar) que el banco le ama o que el banco no le quiere nada de nada. Vamos, que ejerce de alcahueta el pobre. Y para ser alcahueta y no parecerlo, hay que hacer gala de muchísima solemnidad. No me cabe ninguna duda de que si pudieran se vestirían de purpura; ¡no hay nada más solemne que la púrpura! Pero le delata la sonrisa; una sonrisa tensa, más rictus que sonrisa, con la que quiere darle al momento un aire de camaradería que está a punto de deshacerse en mil pedazos.

Tú vas y te sientas, con los codos en la mesa de madera oscura... o de madera clara..., mientras tu jefe se sienta a tu lado con una carpeta con papeles que determinan tu vida a lo largo del año siguiente: dónde van a estudiar tus hijos, los campamentos de verano a los que van a poder ir, si esquiar es una afición que te está vetada o no, si cenar por ahí con tus amigos los fines de semana es una opción o tienes que elegir el recibo de la luz... Y entonces empieza un diálogo similar a este:

- "Estamos contentos con lo que has mejorado este año (el plural mayestático es fundamental cuando no puedes vestirte de púrpura...). Sabemos que te has esforzado..."

- ... (tú piensas)...: es verdad que me he matado
¿se habrán dado cuenta por fin?
y sí, es bastante evidente que he mejorado.
¡Como para no mejorar si cada vez tengo más jefes y menos compañeros!
Si no mejorara, terminarían echando a todos mis jefes por falta de productividad.
Y es que yo, ahí donde me veis con mis codos humildemente apoyados en la mesa de madera oscura o de madera clara, ¡mantengo a 4 familias completas!
¡Soy una fiera!
Menos a la mía que la mantengo por los pelos...

- "Tu evaluación es de 112. Como ves, te la hemos subido con respecto a la del año pasado que sacaste 110".

Y tú te sientes como si dos enormes caracolas te cubrieran
las orejas del todo; oyes un eco vacío y un latido sordo que no sabes si es tu corazón o los de mantenimiento arreglando los fluorescentes del techo. Y piensas:

¡pero vamos a ver, cómo es posible que me digan que todo estupendo y genial si mi nota ha sido un 5,6, coño! Porque eso es lo primero que aprendes cuando llegas al colegio con 6 años, el significado de sacar un 112 de 200...


Blas de Lezo








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miércoles, 2 de febrero de 2011

¡Que llega el Bonus!

 
Parece que llega el Bonus... la gente se pasea más y las miradas y las sonrisas son más recurrentes, como si la vida interior no fuera durante este mes tan interior como otros meses. Hay más nerviosismo, más corrillos que miran a derecha e izquierda mientras hablan y las dos plantas del garaje siguen casi llenas un viernes a las 5 de la tarde. Pero sobre todo hay un silencio espeso, como esos dias que vaticinan tormenta y en los que termina doliendote la cabeza, y por los pasillos sólo se oye el "tic, tic, tic" de las muletas, ¡y es que este año el esqui ha hecho estragos en el banco! y unos y otros dejan aparcados los partes de baja y se arrastran como pueden por eso de que "no es buen momento para no estar". Durante todo el mes de enero y parte del de febrero hasta el: "¡ha sido niño!", el ambiente del edificio me recuerda a un corazón con arritmias; se trabaja por impulsos emocionales: pumpumpum........pum....pumpum.................., dependiendo de si te has levantado con el pie derecho y te sientes optimista, o si el jefe te ha sonreído o ha sonreído más a tu compañero de la derecha, depende de si las miradas de los responsables son huidizas o directas... depende, depende, depende...
 
Y yo me cuestiono cada año la eficacia, rentabilidad laboral y las ventajas e inconvenientes de este sistema retributivo que está empezando a distorsionar las actitudes en lugar de incentivarlas.
 
Hay quien piensa que la concesión de los "Bonus" tiene los días contados y, mira por donde, puede que esa gente no esté tan equivocada como parece, aunque por algo muy distinto a lo que creen. Por ejemplo, ¿por qué hay que dar un Bonus a quien lo hace bien en lugar de penalizar a quien lo hace mal?
Id pensándolo.
 
Blas de Lezo