domingo, 27 de febrero de 2011

Cuanto te quiero perrito pero pan poquito



Salgo trastabillando del evento despacho+jefe+mesa redonda en estado catatónico, ese estado que tan bien reflejaba la película “Alguien voló sobre el nido del cuco” y que nunca pensé que fuera a experimentar yo durante mi vida laboral. Y es que empiezo a oír voces también....¡y eso sí que debe ser malo! ¿no era eso la esquizofrenia?

“O sea,” me habla la voz dentro de la cabeza mientras me arrastro por el pasillo hacia mi puesto
“están muy, pero que muy contentos con tu trabajo y con tu actitud durante este año”.
“Eso dicen”, le contesto yo a la voz que me acompaña,
“pero he llegado a la conclusión de que lo que realmente les importa es la actitud porque el trabajo ha sido exactamente el mismo que el del año precedente (¡lo sabré yo que lo hice!), y que mereció entonces una evaluación de 109 y una calificación del Normal, frente al Destacado de ahora.”
“Ya, pero ¡fíjate lo contento que estaba que te ha asegurado que si sigues así, el año que viene mejorará la evaluación!”
“Vamos a ver”, me enfado con la voz,
“mi evaluación ha mejorado dos puntos, he pasado de ser una persona normal y corriente, de las del montón, a ser increíble. ¡Vamos, que si esto llega a ser Operacion Triunfo, Risto Mejide me pide en matrimonio!”,

pero lo curioso es que el año pasado me dijeron exactamente lo mismo...

Amordazo a la voz de mi cabeza y decido pensar sin ayuda de nadie.

En este banco se han vuelto locos; diseñan evaluaciones que van de 0 a 200, pero llevo años explorando el mercado entre compañeros y departamento distintos y he descubierto que:

a. si sacas menos de 100 mereces la muerte

b. si sacas entre 100 y 110 “están todos contentíííísimos contigo y con tu actitud”

c. si sacas entre 110 y 130 “siguen todos contentíííísimos contigo y con tu actitud”

d. si sacas más de 130.... no sé qué pasa porque no conozco a nadie que lo haya logrado y haya podido contarlo.

Bueno, pues yo pertenezco al grupo de los “b” y provoco la felicidad de mis jefes; vamos, ¡que me miran y se arroban y eso motiva un huevo! (perdón, no se me ocurre mejor medida de motivación que esa).

De hecho, es la máxima motivación que puedes alcanzar. Ya me lo dijo mi jefe cuando me entregó el Bonus y a mí se me descolgó la mandíbula como a las marionetas de los ventrílocuos, del shock:

“la verdadera motivación es intrínseca, no debe estar afectada por circunstancias externas”.

¡Me emocioné! Qué maravilla de frase... no me cabe ninguna duda de que mi jefe sería muchísimo más feliz sin bonus (y es que a él también se le descuelga la mandíbula cuando se lo dan; pero no sé por qué él no se parece a una marioneta de ventrílocuo...), sin despacho, sin iPad, sin coche, sin gasolina, sin tarjeta corporativa, sin viajes en business con acumulación de puntos Iberia y haciendo turnos de vacaciones... todo eso lo acepta como sacrificio por fidelidad al banco, y esas frases las ha tenido que aprender con mucho esfuerzo asistiendo a cursos para el “fortalecimiento de las relaciones interpersonales mediante el liderazgo y la motivación”, que así las llaman.

Y es que sólo con provocar la felicidad de tus superiores alcanzas el estado de Buda. El Nirvana.

Amén.
 
Blas de Lezo

domingo, 20 de febrero de 2011

Motivación



Blas de Lezo


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La evaluación




Imagináos la escena.


Viene tu jefe y te dice que tiene que hablar contigo. Ponéos en situación: un jefe que tiene 1000 años menos que tú, y al que al pobre (¡a mi me dan pena!) le viene grandísimo el bastón de mando pero que de lo suyo sabe el que más... se supone, o eso te dijeron cuando llegó implado de orgullo a dirigir a un equipo que le doblaba en todo: en edad, conocimientos, experiencia, sabiduría... Sobre todo sabiduría. Es lo que pasa cuando te haces mayor, que experiencia y sabiduría tienes más;
¡eso no hay quien te lo discuta!

Bueno, el caso es que te mete en su despacho o en uno que encuentra. ¡Qué tensión la pobre criatura! Además de ser el portavoz de los sentimientos del banco hacia ti, ¡tiene que mendigar un despacho!

Y es que no todos los jefes tienen despacho, y no todos los despachos tienen el mismo tipo de jefes. Hay jefes de madera oscura y los hay de madera clara; hay jefes de mesa de reunión redonda y los hay incluso de sin mesa. También hay jefes de despacho con vistas/luminoso o de despacho sombrío (dentro de un orden, claro), porque no todos han hecho suficientes méritos como para haberse ganado el mismo número de ventanales a la calle. ¡Todavía hay clases!

Volvamos al momento:

Todos
los años ocurre lo mismo, en las mismas fechas, en el mismo marco, con la misma mesa de madera oscura o madera clara, en un despacho con vistas y luminoso o más sombrío. Todos los años igual... aunque la introducción es la misma:
"¿Tienes-un-momento-para-que-hablemos-de-la evaluación"? (Creo que esa frase debieran institucionalizarla. En serio, debería adquirir los colores corporativos). Tu jefe la dice con la misma solemnidad que debió utilizar Stalin con Hitler cuando le dijo ¿tienes un momento para que hablemos del reparto de Polonia? Y es que el momento para tu jefe es muy, pero que muy solemne: tiene 30 años y le está diciendo a alguien que le dobla la edad (bueno, tampoco hay que exagerar) que el banco le ama o que el banco no le quiere nada de nada. Vamos, que ejerce de alcahueta el pobre. Y para ser alcahueta y no parecerlo, hay que hacer gala de muchísima solemnidad. No me cabe ninguna duda de que si pudieran se vestirían de purpura; ¡no hay nada más solemne que la púrpura! Pero le delata la sonrisa; una sonrisa tensa, más rictus que sonrisa, con la que quiere darle al momento un aire de camaradería que está a punto de deshacerse en mil pedazos.

Tú vas y te sientas, con los codos en la mesa de madera oscura... o de madera clara..., mientras tu jefe se sienta a tu lado con una carpeta con papeles que determinan tu vida a lo largo del año siguiente: dónde van a estudiar tus hijos, los campamentos de verano a los que van a poder ir, si esquiar es una afición que te está vetada o no, si cenar por ahí con tus amigos los fines de semana es una opción o tienes que elegir el recibo de la luz... Y entonces empieza un diálogo similar a este:

- "Estamos contentos con lo que has mejorado este año (el plural mayestático es fundamental cuando no puedes vestirte de púrpura...). Sabemos que te has esforzado..."

- ... (tú piensas)...: es verdad que me he matado
¿se habrán dado cuenta por fin?
y sí, es bastante evidente que he mejorado.
¡Como para no mejorar si cada vez tengo más jefes y menos compañeros!
Si no mejorara, terminarían echando a todos mis jefes por falta de productividad.
Y es que yo, ahí donde me veis con mis codos humildemente apoyados en la mesa de madera oscura o de madera clara, ¡mantengo a 4 familias completas!
¡Soy una fiera!
Menos a la mía que la mantengo por los pelos...

- "Tu evaluación es de 112. Como ves, te la hemos subido con respecto a la del año pasado que sacaste 110".

Y tú te sientes como si dos enormes caracolas te cubrieran
las orejas del todo; oyes un eco vacío y un latido sordo que no sabes si es tu corazón o los de mantenimiento arreglando los fluorescentes del techo. Y piensas:

¡pero vamos a ver, cómo es posible que me digan que todo estupendo y genial si mi nota ha sido un 5,6, coño! Porque eso es lo primero que aprendes cuando llegas al colegio con 6 años, el significado de sacar un 112 de 200...


Blas de Lezo








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miércoles, 2 de febrero de 2011

¡Que llega el Bonus!

 
Parece que llega el Bonus... la gente se pasea más y las miradas y las sonrisas son más recurrentes, como si la vida interior no fuera durante este mes tan interior como otros meses. Hay más nerviosismo, más corrillos que miran a derecha e izquierda mientras hablan y las dos plantas del garaje siguen casi llenas un viernes a las 5 de la tarde. Pero sobre todo hay un silencio espeso, como esos dias que vaticinan tormenta y en los que termina doliendote la cabeza, y por los pasillos sólo se oye el "tic, tic, tic" de las muletas, ¡y es que este año el esqui ha hecho estragos en el banco! y unos y otros dejan aparcados los partes de baja y se arrastran como pueden por eso de que "no es buen momento para no estar". Durante todo el mes de enero y parte del de febrero hasta el: "¡ha sido niño!", el ambiente del edificio me recuerda a un corazón con arritmias; se trabaja por impulsos emocionales: pumpumpum........pum....pumpum.................., dependiendo de si te has levantado con el pie derecho y te sientes optimista, o si el jefe te ha sonreído o ha sonreído más a tu compañero de la derecha, depende de si las miradas de los responsables son huidizas o directas... depende, depende, depende...
 
Y yo me cuestiono cada año la eficacia, rentabilidad laboral y las ventajas e inconvenientes de este sistema retributivo que está empezando a distorsionar las actitudes en lugar de incentivarlas.
 
Hay quien piensa que la concesión de los "Bonus" tiene los días contados y, mira por donde, puede que esa gente no esté tan equivocada como parece, aunque por algo muy distinto a lo que creen. Por ejemplo, ¿por qué hay que dar un Bonus a quien lo hace bien en lugar de penalizar a quien lo hace mal?
Id pensándolo.
 
Blas de Lezo