domingo, 1 de enero de 2012

¡Feliz Navidad!








Para rizar el rizo, y después de mi generosa renuncia al despacho, nos han convocado, como todos los años, para unas copitas de Navidad donde agasajan a todo el departamento por nuestro buen hacer, entre sonrisas de “escucha  hermano la canción de la alegría” que nos dan fuerzas para soñar cantando y vivir soñando los 12 meses que quedan por delante.

En estas reuniones ocurren dos cosas y ambas son mágicas:

- UNA: que es complicado localizar las bandejas que con tartaletas llevan los camareros de un lado a otro (yo no sé cómo me las apaño, ni en qué lado caeré pero nunca es el acertado). Repito, bandejas que se empeñan en jugar al escondite con tu hambre. Pero ¡oh milagro! si te aguantas, te esperas y bebes mucho, el efecto de la tartaleta es maravilloso porque acaba inflándose en la tripa y se te quita el hambre ya para el resto del día. ¿Se lo habrá planteado Dukan o le ofrezco mi idea? Mmmmm… ¡a lo mejor me forro con la Dieta de la Tartaleta!

- y… DOS: que los jefes practican sus cualidades oratorias, aprendidas en el último curso de Comunicación Eficaz mientras a ti se te descoyunta el cuello buscando la tartaleta de pisto manchego o la copa que ayude a inflarla, hablando de lo bien que todos lo hemos hecho, lo listos que somos y cuánto valemos. Aunque esta vez no disfruté tanto como otras veces ¡porque estuve a punto de ahogarme! Me atraganté con un trozo de langostino con mayonesa cuando oí que nuestro Gran Jefe definía nuestra área como plomiza y a nosotros como personas anodinas, grises y corrientes; eso sí, lo dijo de manera muy simpática y provocó algunas risas. ¡Eso no se les puede negar!, aprenden a decirlo todo de manera fluida y simpática. Pero hombre, ya sé que pasar 10 horas entre BUSCAR Vs, bases de datos, Access y tablas dinámicas no es muy glamuroso pero ¡jooooder, qué disgusto!, yo que siempre me había considerado brillante y enterarte de lo contrario así de golpe… es muy duro…

Pero no cabe duda de que valen para incentivar a su gente; tienen un don especial que quizás sea divino después de todo… 

Porque, y esto es lo milagroso, ¡salimos y nos empeñamos en volver al trabajo! 

No hay nada más satisfactorio que estas motivado y con el estómago lleno



Tengo un bajón….









Parecía que después del team building, que ya estoy preparado para contaros con más objetividad, mi vida había adquirido otro significado porque fui capaz de verme a mí mismo con cualidades directivas aunque, ¡eso sí!, a mis jefes con cualidades de empleado… la perfección solo está en manos de Dios.

Finalmente no nos fuimos al campo, ni a una casa rural, ni pudimos disfrazarnos de templarios; nos metimos como piojos en costura en una sala de reuniones de un NH que está cruzando la calle. Cuando vimos el escenario se nos quedó la misma cara que al concursante Mario, del programa de Carlos Sobera, cuando Remedios Cervantes le hace perder 5000 euros... No tengo nada contra los NHs ¡Dios me libre! pero realmente al ver las botellitas pequeñas de agua Bezoya y los cuadernos de espirales con los bolis tan seriecitos al lado, me vine abajo y pensé: ¡esto sí que es un “trending topic” de Twitter...!

Pero “trending topic”, lo que se dice “trending topic” fue cuando empezaron los juegos. ¡Madre del amor hermoso! que dicen en mi pueblo. ¡La que se montó! ¡Qué guirigay! Un jefe se marchó dando un portazo, otro se cruzó de brazos mirando a la pared con ese aire de niño enfurruñado de “pues-yo-ya-no-juego”, otro gritaba ¡organizaos, organizaos! como si fuera tan fácil...y el cuarto perdió la voz... vamos, digo yo que la perdería porque no volvió a decir nada en todo el día. Yo, hubo un momento en el que pensé que se había vuelto catatónico y me acordé de aquella sala de locos de la película de “Alguien voló sobre el nido del cuco” y me sentí como Jack Nicholson: un pelín above average... y pensé ¡joooo, lo de hacer un team building es genial!, se ve perfectamente quién sirve para organizar, para mandar o para gestionar equipos.

De todo hubo en la viña del señor... hubo gente que en momentos de tensión se retiraba del follón con la nariz metida en su Blackberry, otros que aprovechaban para “¿profe me deja salir que me hago pis?”, hubo gente que sólo repetía una y otra vez “¡autocrítica, autocrítica, necesitamos autocrítica!”, mientras otras voces se enfadaban “¡escuchadme! ¡a mí nadie me hace caso!” o en cambio “esto está muy bien” echando miraditas y aleteándole las pestañas a los jefes...

Pero quien yo creo que ha dejado definitivamente la actividad de organizador de team buildings ha sido el que vino a liderar el nuestro. ¡Pobre chaval! Estoy convencido de que está en terapia en estos momentos para interrumpir los tics que le han salido después de conocernos...

Entre los juegos de la mañana y los juegos de la tarde nos fuimos todos a comer juntos pero la comida resultó un poco tensa, la verdad, porque parecíamos todos enfadados. ¿Será eso lo que se persigue? ¿Un enfado general? ¿Una catarsis? ¿No decían que la idea era salir queriéndose muchísimo los unos a los otros como si de un versículo evangélico se tratara? Pues quererse lo que se dice quererse no ha resultado, pero eso ya lo sabía yo desde que en el colegio jugamos una vez al juego de las verdades y Rodriguez terminó sangrando por la nariz de un puñetazo.

Pero lo más duro fue cuando regresamos “de querernos” y de “jugar” porque necesité de toda mi fuerza de voluntad y tuve que hacer un acto de contención para volver a sentarme en mi silla, ante mi pequeña mesa y meter mi password en mi ordenador, porque lo que realmente creo que yo merecía era ocupar un despacho y embalar, como en las pelis, los objetos de mi predecesor al grito de:
¡Llamen a seguridad y acompáñenlo a la salida!